Escribir terror 7: el género (no) lo es todo

Que es necesario conocer el género de terror cuando se quiere escribir terror, es obvio y es el consejo más universal que se suele dar. Debes estudiar sus clásicos y sus contemporáneos; su evolución, sus códigos y su arquitectura común, claro…

Pero, ¿acaso conocer el género de terror es suficiente para trabajarlo como autor?

Por supuesto, la respuesta es no.

Flautista de Hamelín y género de terror
El Flautista de Hamelín en un grabado de James Elder Christie.

La verdadera naturaleza del género de terror

Escribir terror sin lanzarse a explotar las escenas más siniestras de nuestro argumento es de por sí un reto. Todo autor del género disfruta de llevar la situación a los extremos más enloquecidos pero…

Irónicamente, lo que hace que una novela de terror funcione, no es el terror.

El mejor ejemplo de ello se encuentra en novelas o relatos que, sin ser de terror ni buscar relacionarse con el género, crean en el lector ese cóctel de espantos que define al género que nos ocupa. Obras como Las manos pequeñas, de Andrés Barba o poemas como El Flautista de Hamelín, de Robert Browning, nunca han perseguido competir con Stephen King, pero el efecto que crean sus lecturas es tan terrorífico como el de las obras del maestro del Maine..

El secreto está en el drama

Como hemos visto a lo largo de esta guía para escribir terror, el miedo es un mecanismo que nos advierte de un peligro. No obstante, en el género de terror también existe un elemento de aislamiento que pone a los personajes en una situación excepcional y alejada de las de sus semejantes. Por ello podriamos decir que el género de terror es una forma de «drama subjetivo».

El género de terror es universal porque funciona como una entidad insidiosa capaz de entromerse en cualquier tipo de situación y torcerla.

Los cuentos infantiles o las fábulas son quizá el mejor ejemplo: nos advierten desde la más tierna edad de la existencia de esta entidad y nos preparan para enfrentarnos a los peligros del mundo. La muerte y su incognoscible misterio son, en última instancia, la prueba de que el terror forma parte de las vidas de todos y cada uno de nosotros.

El terror nos acompaña de la primera a la última pesadilla de nuestras vidas, nos susurra a la mente con ese timbre que solo tienen las voces interiores; habita en cada ser humano, es parte de nosotros.

La inspiración y el aprendizaje del género de terror están en todas partes. Basta con coger cualquier situación y torcerla. Una anécdota historica, romántica o laboral puede ser puro terror si en ella interviene un elemento maligno que desafía las leyes de la realidad.

EL terror es el punto de vista subjetivo; la soledad en la que todos nacemos y morimos, la fragilidad del cuerpo y de la cordura. Y por ello, esta ecuación terrorífica se fundamenta en un factor capital del que hablaremos en el próximo capítulo de esta serie: los personajes.

Por cierto, ¿has leído alguna novela que terrorífica pero que no sea de terror? Si es así, ¡háblame de ella!

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