¿Cómo inventarse una vida para parecer más interesante y atrayente? ¿Cómo engañar a la gente para parecer especial?
A principios del siglo XX la primera super estrella del mundo del espectáculo, Jean Eugène Robert-Houdin, se hizo la misma pregunta. Lo que descubrió fue que, por aquel entonces, era muy difícil verificar o desmentir una información, por lo que la palabra de un hombre valía mucho… o nada.
Y supo aprovechar como nadie esa oportunidad al convertir la mentira en marketing. De hecho, todos los famosos lo hacen, incluso en la actualidad.
En este segundo artículo sobre la historia oscura de la marca personal, veremos cómo los famosos aprendieron a hacerte creer que, si las cosas les van bien, es porque son mejores que tú y lo merecen.
Retomaremos la historia donde la dejamos en el anterior capítulo de la serie, con la invención de la autobiografía .
Autobiografías: cómo inventarse una vida
Habitualmente redactadas por ghost writers, las autobiografías de los ilusionistas fueron los primeros best sellers del mundo editorial. Su número de ventas espectacular no fue su única innovación, pues también fueron los primeros libros masivamente vendidos en grandes superficies y centros comerciales.
El propio Jean Eugène Robert-Houdin fundó esta gran tradición del postureo y la exageración con Confidences d’un prestidigitateur (1858). En este libro, Robert-Houdin se saca de la manga, entre otras cosas, al mago Torrini, supuesta figura de la que aprendió la magia y arquetipo del mentor. Robert-Houdin se adjudicó así, gratuitamente, la herencia de un saber místico, oculto y antiguo.

Pero la gente creyó en la realidad de Torrini. Y es que, a diferencia de sus espectáculos, las autobiografías de los magos no eran totalmente fantásticas, sino que mezclaban la realidad y ficción.
Los ilusionistas, inspirándose en los romans medievales y las gestas caballerescas, hicieron uso de los arquetipos literarios que más tarde clasificaría Joseph Campbell en El héroe de las mil caras, para generar a su alrededor un halo de leyenda y un ánimo de mistificación popular.
Cómo es de suponer, el éxito de la autobiografía de Robert-Houdin animó a muchos otros a inventarse una vida. Y con el tiempo, esas invenciones se volvieron cada vez más extravagantes e improbables.
Inventarse una vida de exotismo con imaginación
En las autobiografías de los magos uno podía encontrar lo inimaginable:
A menudo estas biografías estaban llenas de viajes exóticos a países misteriosos o naufragios milagrosos, así como luchas contra fieras salvajes o seres sobrenaturales.
También abundaban las escenas en las que, en el curso de alguno de aquellos viajes de ensueño, los magos hacían las delicias de los soberanos de los países más místicos y enigmáticos, como la India, China o Japón.

Una panda de santurrones
Los magos, siempre entusiasmados con refinar cada uno de sus trucos, dieron una vuelta de tuerca a sus biografías. Además de una herencia mística, necesitaban una infancia de señales divinas y beatitud.
Y es que, puestos a inventarse una vida, ¿para qué ser un simple iniciado cuando puedes ser una especie de Jesucristo?

Buscando crear una imagen devota de sí mismos, los ilusionistas completaron sus disfraces con una máscara de fervor y piedad. El público de sus espectáculos, mayoritariamente cristiano y conservador, estaba encantado.
Para ello (y para beneficio posterior de políticos y estrellas de cine) los magos hicieron uso de la hagiografía. Es decir, de la vida de los santos y los grandes líderes religiosos.
Ya en las biografías de los ilusionistas del siglo XIX nos encontramos con infancias difíciles llenas de tentaciones diabólicas, milagros realizados por los niños-mago. La marca personal tomó posesión de los signos místicos que apuntan a un destino heroico, de martirios, suplicios y pasiones. De hecho, Las diferentes vidas de los magos comparten tantas similitudes entre ellas que es fácil suponer que los unos se copiaron a los otros.
Y es incluso más probable teniendo en cuenta que la mayoría de los magos tenía mucho que esconder.
Pasados turbios y rostros falsos
El establecimiento de una estrategia de marca personal que hiciera del mago alguien digno de simpatía y admiración no respondia solo a objetivos de marketing. En ocasiones, era una verdadera necesidad.
Inventarse una vida era parte del éxito, pero también una forma de huir del pasado.
Uno de los mayores magos de todos los tiempos, Howard Thurston, daba diferentes versiones de su biografía a los periodistas con el objetivo de enterrar su turbio pasado como delincuente y timador. De hecho, llegaba a hacer lo mismo ante las preguntas de colegas de profesión y conocidos, llevando a todo el mundo a confusión.

Mentir a nivel biográfico fue una práctica llevada a cabo por todos los magos. Algunos llegaron incluso a modificar sus rostros con personalidades orientalizadas, como es el caso de Chung Ling Soo, del que hablaremos más adelante.
Todo valía para atrae la atención del público en estas primeras giras internacionales del espectáculo, La era del mass media había llegado.
Inventarse una vida es inventar una imagen de marca
La tradición de las falsas biografías llena la lista de best sellers desde 1910 y sigue en plena salud.
Todos los que quieren mostrarse como santos ante el público llenan las librerías con sus obras maestras de la ficción biográfica.
Cada vez que un político se pone en el centro del huracán o se despide de la vida pública, publica una biografía escrita por algún anónimo él mismo. Y, por supuesto, todas son fieles a la verdad.
Actores, deportistas, músicos, modelos, junto a políticos y grandes empresarios utilizan este viejo truco que, por increible que parezca, sigue facturando mucho dinero.
Pero, ¿cómo hemos podido llegar a este punto?
Star system: el prestigio final
A principios del siglo XX el recién nacido cinematógrafo prometía cambiarlo todo. Salido de los teatros parisinos y de los espéctaculos de magia, aquel nuevo invento logró que los inversores abandonaran su timidez. Y en la primera década del siglo XX nació la industria del cine.
Una industria sin embargo… precaria. Y no era de extrañar.
A principios del s.XX, la imagen que tenía el público de la gente que se dedicaba al cine era lo suficientemente mala como para hundir el negocio. Al igual que la gente que trabaja en cabarets o vodeviles, los actores y actrices eran vistos como gente desarraigada y de baja moral.
Por ello, los productores se pusieron las pilas e imitaron a los magos, muchos de ellos verdaderos delincuentes que habían limpiado su imagen a golpe de sonrisa y autógrafo. Decidieron invadir supermercados y centros comerciales presentaciones y firmas de libros llenas de vidas inventadas.
Y eso sin tener en cuenta las colaboraciones con marcas.
Los ilusionistas fueron los primeros actores públicos en ser pagados por promocionar productos, inagurando una práctica habitual hoy entre los influencers.
Y es que, en el mundo del espectáculo y la comunicación pública, la realidad siempre queda relagada a un segundo plano.

Aquella limpieza cosmética a base de falsas biografías y anuncios publicitarios inauguraría el Star System en Hollywood. O dicho de otro modo: un constructo glamouroso lleno de gentes guapas que se presentan al público como auténticos y prodigiosos símbolos de alguna marca de detergente o tabaco.
Es star system fue una práctica comercial llevada a cabo entre 1920 y 1960, cuya rentabilidad orbitada alrededor de la imagen pública de las estrellas que protagonizaban las películas. Tal práctica era el fundamento de la contratación y bonificación de actrices y actores.
El modelo se fundamentó en la estrategia de comunicación de los ilusionistas. Y, por suerte para los productores del emergente Hollywood, ya se estaba poniendo en marcha en Francia.
El nacimiento de la primera estrella de cine
Una de las primeras estrellas en adaptar este modelo fue Sarah Berrnhardt , la mítica escritora, pintora y actriz.
Sarah Bernhardt fue considerada la primera estrella de cine de la historia.
Con su libro de memorias, llamado Doble vida, vendió al público su estilo de vida inconformista y habló de los desafíos personales a los que se enfrentó , lo que hizo de ella una de las primeras estrellas mediáticas en lograr una celebridad global gracias a la controversia y la provocación.

Este éxito, claramente inspirado en las Confidendes d’un prestidigitateur (1858) de Robert-Houdin, fue adoptado por los productors americanos. Con el paso del tiempo, estos no dudaron en mostrar al público una Marilyn rubia que no era realmente rubia, o un heterosexual perfecto llamado Rock Hudson, que en realidad se llamaba Roy Fitzgerald y era gay.
Sin embargo, la impostura no fue el último invento de los magos, ni mucho menos. Invertarse una vida solo era una pequeña parte de su estrategia de marca personal.
En próximo capítulos…
Aprenderemos muchas cosas sobre el concepto de marca personal de las que nadie ha hablado:
- Aprenderemos que para tener una buena marca personal es esencial realizar un pacto con el diablo.
- Veremos hasta qué punto la marca personal puede ser un trabajo sucio.
- Y confirmaremos que, sin lugar a dudas, la marca personal se fundamenta en la mentira, la manipulación y el engaño al prójimo.
Casi nada.
Por cierto, ¿te gusta el terror? ¿Lo oscuro, lo extraño?
A mí también. Y puede que en el próximo capítulo de este monográfico también descubramos que, sin los ilusionistas, nuestro amado género no sería tan popular.