Historia oscura de la marca personal 1: la mentira es la verdad

El concepto de «marca personal» nació en 1999, de la mano de Tom Peters, un escritor experto en gestión empresarial. La influencia de su teoría es de sobra conocida: hoy todos aceptamos, para triunfar, hay que trabajar la marca personal. Sin embargo, la historia de la marca personal y la distopía de la autocomercialización empezaron mucho antes.

En esta serie de artículos, aprenderemos cómo los ilusionistas de finales del siglo XIX se convirtieron en las primeras estrellas mediáticas de la historia a través de la invención de las estrategias de marca personal. Veremos cómo llevaron el mundo del espectáculo a las masas o cómo inventaron el cine fantástico.

Pero también aprenderemos cómo usaron el gore y la mentira para llegar a lo más alto.

Esta es la historia de los primeros «famosos».

Un caldo de cultivo para la marca personal

Las estrategias de marca personal fueron creadas por los ilusionistas de finales del siglo XIX y principios del XX.
El perfeccionamiento de las técnicas de reproducción gráfica ayudó a poner la personalidad de los artistas en el centro de atención.

Nuestro viaje empieza a las puertas del siglo XIX.

A diferencia de la actualidad, a finales del s.XIX, la gente que trabajaba en el mundo del espéctaculo era considerada gente de baja moral.

Los magos, que por aquel entonces no eran más que colaboradores de las ferias ambulantes, explotaban la estética merlinesca en un intento por mostrarse virtuosos ante un público que los consideraba estafadores de baja calaña . Y para actores y actrices era todavía peor, pues se los considaraba drogadictos y prostitutas.

Sin embargo, eran artistas. Y sabían que para hacer funcionar sus negocios no solo debían sorprender al público; necesitaban ofrecerles una experiencia mística.

Salir de la feria y dejar atrás su grotesca aura de carnaval oscuro era, no obstante, muy dificil. Y aunque cada artista buscaba soluciones para hacer crecer su negocio, la profesión estaba estancada por la falta de recursos económicos y técnicos.

La edad de las revoluciones

Los espectáculos populares siempre atrajeron la atención del público, desde las primeras ferias medievales hasta la creación del circo moderno por Philip Astley en 1768. Pero la imposibilidad de desplazar un espectáculo más allá de donde un carromato de caballos pudiera llegar, así como la falta de una visión clara por parte de los organizadores de los eventos, hizo que el publico tuviera una imagen denigrada y negativa del personal que gestionaba este tipo de atracciones.

A pesar de ello, el siglo XIX ofreció una serie de revoluciones que cambiarían para siempre el curso de la historia de la comunicación pública y el espectáculo:

  • La revolución gráfica que permitió hacer grandes tiradas de carteles a todo color y por un precio abordable gracias a la litografía.
  • La revolución ferroviaria, que permitió llegar más lejos con rapidez, haciendo de las giras nacionales una posibilidad real.
  • La afición de las clases altas por el espiritismo y lo oculto, aderezado con la literatura de ghost stories o los misteriosos descubrimientos arqueológicos en Egipto.
Ouijas y mesas parlantes eran las experiencias interactivas más emocionantes e intensas que se podían vivir en el siglo XIX. El Silent Hill de la época, por así decirlo.

No obstante, el público sentía una relación de atracción y repulsión simultáneas hacia estas personas de vida disoluta. Para que el espectáculo y el entretenimiento ocuparán un lugar de preferencia en la vida moderna, hubo que esperar a la llegada de un genio muy especial.

Ese genio fue Jean Eugène Robert-Houdin, el hombre cuyas Soirées fantastiques convirtieron los viejos y sombrios números de feria en el primer espectáculo de masas.

Robert-Houdin, el primer maestro de la marca personal

Todos hemos oído hablar de Harry Houdini y sus espectaculares demostraciones de escapología. Pero lo cierto es que su nombre real era Ehrich Weiss y su famoso apellido un homenaje al hombre del que vamos a hablar: Jean Eugène Robert-Houdin (1805-1871), el padre de los magos modernos,

El Castillo de Mesmer, una de las más famosas atracciones sobrenaturales del maestro Houdin.

Robert-Houdin fue mucho más que el inventor del ilusionismo moderno. Se sacó del sombrero conceptos como la marca personal y el marketing de masas, generando la arquitectura que fundamenta el mundo del espectáculo. A él le debemos, en gran medida, la sociabilidad actual de las redes como Facebook o las plataformas como Youtube.

RobertHoudin fue auspiciado por el título innovador de prestidigitador, creado según el diccionario Larousse por Jules de Rovère en 1815.

La palabra pretidigitador servía para unificar de forma culta las diferentes actividades del escamoteador, palabra a su vez peyorativa y que designaba a los magos de la época.

Bajo este nuevo y noble título, Robert-Houdin decide cambiar las reglas del juego deshaciéndose de la estética merlinescapresentándose a su público con trajes elegantes.

Gracias a este cambio, Robert-Houdin fue el primer mago capaz de distinguirse de la competencia, alcanzando la fama fuera de las ferias. Su terreno fueron los teatros elegantes de Paris, como el Palais Royal.

Aquí empieza la historia de la marca personal.

El rey de los teatros

Los espectáculos de Jean Eugène Robert-Houdin eran lo nunca visto. No solo estaban aderezados con trucos propios e innovadores, sino que además están poblados por los más sofisticados autómatas, todos creación de Houdin.

Relojero de profesión e inventor de nacimiento, Robert-Houdin puso de moda trucos como la doble visión, en el que su hijo debía adivinar, con los ojos vendados, los objetos que señalaba su padre. O como la levitación, clásico truco que sigue siendo impresionante actualmente.

El hijo de Robert Houdin realizando la levitación.

Incluso la casa de Robert-Houdin se convirtió en una suerte de atracción. Estaba llena de cabezas parlantes, autómatas jardineros y figuras fantasmales que se desplazan solas por los pasillos. La gente se acerca con curiosidad y fascinación, dando origen una leyenda.

Había nacido la primera estrella de fama internacional de la historia.

Robert-Houdin fue el primer animador del espectáculo capaz de poseer y gestionar su propio teatro.

Su perfil altamente formado así como su visión comercial hicieron que la imagen de los magos cambiase a ojos del público para siempre. Y sus espectáculos amenazaron las taquillas de las obras de teatro y conciertos, que poco a poco presenciaban el eclipse de su propia época dorada.

George Méliès y la estrategia transmedia definitiva

La mayor marca personal de Méliès en la historia fue la invención del cine fantástico.
George Méliès abrió el primer estudio cinematográfico del mundo en Montreuil, Francia.

Todos hemos oído hablar de la magia del cine, pero no todos saben hasta qué punto esa expresión es literal.

Tras la muerte de Robert-Houdin en 1971, su viuda, Léonie Munier, vende el teatro a George Méliès. Sí, el mítico padre del cine que por aquel entonces era… un ilusionista de 27 años.

Muy versado en el arte mágico, George Méliès fue el fundador de la Academia de prestidigitación en 1891 y del Sindicato de ilusionistas en 1893. Ferviente seguidor de Robert-Houdin, Méliès siguió en principio sus pasos y llevó sus números de gira por toda Francia y Bélgica.

Durante las giras y con el fin de mantener el teatro abierto, George Méliès alquilaba el local a un grupo de artistas españoles que hacían espectáculos de corrida… con toros de cartón.

Pero sobre todo, la vida de George Méliès estuvo marcada por la innovación. De hecho:

El gran invento de George Méliès fue una práctica comercial que llevaría su marca personal al siguiente nivel: el «activismo» para desenmascarar las estafas y engaños del espiritismo.

La marca personal de los falsos médiums

George Méliès fue de los primeros artistas en montar un número especialmente diseñado para demostrar las malas prácticas de los falsos médiums. Enseguida, esa propuesta fue imitada por otros ilusionistas, como por ejemplo los hermanos Davenport con sus Espectáculos espiritistas.

Los magos destruyeron la credibilidad de los médiums, ennobleciendo así su imagen pública y su marca personal.
La Mansión de diablo era un espetáculo diseñado para demostrar que el solo el mago(y ningún medium) podía entrar en contacto con el más allá

¿El motivo? En la mayoría de ocasiones legitimarse a sí mismos y a su arte como única vía de comunicación fiable con el mundo de los muertos, o con cualquier fuerza relacionada con lo oculto o lo maligno. O todo lo contrario, legitimarse como garantes de la razón y únicos hombres capaces de desenmascarar a los brujos. Eso ya dependía del tipo de marca personal de cada uno, o incluso de su publico objetivo.

Pero, por supuesto, George Méliès no es conocido por ser el azote de los médiums, sino por ser uno de los grandes pioneros del cine y, prácticamente, el inventor de los efectos especiales.

El nacimiento del cine fantástico

En el teatro Robert-Houdin, Méliès dio rienda suelta a sus inquietudes artísticas y, tras algunos documentales y escenas al aire libre al estilo de los hermanos Lumière, decidió modificar el animatógrafo que había comprado al electricista Robert W. Paul, para convertirlo en un cinematógrafo. Aquella fue la creación de lo que hoy conocemos como cine fantástico. La filmografía de Méliès contaría no menos de 520 películas.

La marca personal de George Méliès cambió para siempre gracias a sus películas.
Imagen de la pelicula Escamotage d’une Dame au théâtre Robert-Houdin (Georges Méliès, 1896)

En las noches del teatro Robert-Houdin, George Méliès proyecta por primera vez la amalgama perfecta entre cine y magia. A través de su estrategia transmedia, tranformó la cultura y la comunicación para siempre.

En aquellas primeras sesiones de cine no solo se veían imágenes salidas de mundos imposibles. Se escuchaba música y se veían artistas que interactuaban con las imágenes del cinematógrafo. E incluso, en ocasiones, los efectos especiales salían de la pantalla para asustar o emocionar  a los espectadores con los trucos más inesperados y sorprendentes.

Y es que, para tener una marca personal fuerte hay que ser un inventor creativo, como lo fueron Robert-Houdin y George Méliès. Pero, sobre todo, hay que saber crear una cadena de mensajes multimedia que fortalezcan el aura de genialidad que hará fluir el dinero.

Y hablando de dinero, volvamos un poco atrás en la historia:

De hecho, antes de Méliès, el propio Jean Eugène Robert-Houdin ya entendió que el flujo del dinero estaba determinado por el nivel de fascinación.

Y al igual que ahora lo saben los artistas que publican el proceso de su trabajo en redes sociales, el público sentía en ocasiones mayor fascinación por el lado enigmático del trabajo del artista, que por el propio espectáculo.

En un alarde de storytelling, el genio francés inventó un arma publicitaria que todavía hoy se utiliza para hacer caja y desplazar a los verdaderos escritores de las ferias libreras: la autobiografía.

Pero ese camino, que llevaría la impostura y la mentira a las cotas más vertiginosas, será el tema del siguiente capítulo de esta serie.

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