El Vacío, de Daniel Aragonés pone en tela de juicio la utilidad de cada uno de nosotros en 71 páginas de horror noir y rabia social. Un tomo ancho como el cristal de un espejo en el que, si te reflejas, quizá no te guste lo que veas.

La potencia de una premisa fatalista
«Escapé de toda esa gente que va directa al agujero, cegados por la codicia y la falsedad, directos al matadero, de camino a la absorción.»
(El Vacío, Daniel Aragonés Cuesta)
Limo, un huraño expolicía y habitante del pantano, sabe que la historia es circular. Sabe que el hombre solo es hombre y que lo insustancial desaparece en un abrir y cerrar de ojos. Tiene un hijo, cierto, por lo que en algún momento debío pensar que buscar la felicidad tiene sentido, aunque eso fuese hace mucho.
Ahora pasa las mañanas asomado a un puente, fumando y pensando en el Vacío. Como él mismo dice, no conoce el futuro, pero sabe lo que va a pasar.
Y cuando un gran agujero engulle la ciudad y lo que ella contiene, Limo sale del pantano para cumplir su papel en el mundo.
Al agujero caen aquellos que no aportan nada, la masa inútil que solo incrementa la curva demográfica. Los objetos anodinos, las creaciones absurdas y el constructo al que llamamos realidad tampoco escapan a la garganta infinita.
El camino hacia el infierno
El Vacío es rico en imagenes simbólicas. Limo encuentra en el camino un extraño cadáver, un pájaro y una llave que abre la caja más improbable. Las cosas que suceden en la novela son tan inesperadas como inevitables y, en ese sentido, la novela de Daniel Aragonés es una obra redonda. Todo lo que no explica es tan importante como lo que sí, pero la suma de todo genera una cohesión indiscutible y misteriosa.
Los inútiles rechazan la elección que les ofrece el libre albedrío pero, a su vez, los que se liberan de la futilidad no pueden huir del papel que la historia les prepara.
Esa es una característica que distingue al El Vacío de las miserias de la literatura independiente actual. Es dificil decir si se trata de una obra fantástica o crudamente realista. La obra de Daniel Aragonés se presenta bajo los códigos comunes del noir, el horror o el western, pero esconde el shuniata budista. Es el círculo que resume en una sola pincelada la poca verdad accesible para el entendimiento humano. Se trata de una historia mínima y universal, de un terror existencial válido ahora, en el medievo y en futuro, pues la oscuridad del agujero cuestiona la naturaleza global de la existencia.
Leer El Vacío, de Daniel Aragonés, es como caer en un agujero negro: estamos ante un auténtico artesano del vórtice.
En El Vacío hay cuestiones que quedan por resolver, preguntas que se quedan en la mente tras la lectura. Son hilos secundarios que enseñarán al lector de best seller de supermercado que la literatura no es la respuesta, sino la pregunta. Sin embargo, el resultado de esta novela mínima aporta un mensaje directo y de una claridad violenta.
Horror cósmico y filosofía hillbilly
El Vacío (al igual que el pantáno), no tiene salida. La oscuridad, en su sentido más simbólico y apreciado por los artistas, no es un sitio al que ir a dar una vuelta, sino el hogar eterno del destino escrito. Es lo que hay, y punto.

Quizás El Vacío es parco en palabras porque el Abismo no insulta a la inteligencia de nadie. El autor deja al lector un espacio para la reflexión, la decisión y la toma de acciones. Y eso se agradece.
Existe cierta reiteración en el discurso de Limo, el eje central sobre el que el lector puede echar una mirada al abismo. Y creó que es un acierto, porque existen mensajes que es necesario repetir de todos los modos posibles hasta que sean comprendidos. Son mensajes sencillos y universales, pero sus implicaciones son tales que la mente se abstiene de aceptarlos. Por eso El Vacío es mucho más que una novela a la contra: estamos ante una obra tan llena de misantropía ascética como de lealtad y amistad.
Comparados su discurso y sus acciones, en Limo se refleja la esencia de esos personajes reales de los que hablaba Hermann Hesse. Y los que le rodean somos cada uno de nosotros; una panoplia de individuos muy diferentes (o no tanto), que compartimos la imposibilidad de escapar a aquello a lo que estamos predestinados. Caer en el Vacío o librarse de él es, en cierto modo, ilusirio. Al final la oscuridad se impone y los que quedan no tienen nada que envidiar a los muertos.
«Y camino sin descanso, hacia el agujero de la discordia, con la intención de que mis ojos se dejen violar por una verdad trémula y aislada en mi memoria.»
(El Vacío, Daniel Aragonés Cuesta)
La obra de Daniel Aragonés
El Vacío es el segundo tomo que leo de Open City, línea editorial experimental e independiente de Editorial Gradiente de la que ya decorticamos el volumen exopoético Júpiter bajo el crecógrafo. Y no será el último, lo sugerente y único de su catálogo encuentra espacio en la biblioteca de cualquier buscador de joyas literarias con facilidad.
Daniel Aragonés Cuesta es editor y autor de numerosas novelas entre las que se encuentran, Efialtes (El transbordador, 2018), Hedor II (Open City, 2019) o Decadencia (Gradiente, 2019). Ha publicado también diversos poemarios.
Podéis seguirle en Instagram y leer su excelente colección de artículos sobre el terror en Dentro del Monolito.

EL VACÍO
Autor: Daniel Aragonés
Publicado por: Open City (Editorial Gradiente)
Año: 2023