Escribir terror: diez claves para llenar el papel de pesadillas

Jack Nicholson escribiendo a máquina sobre una mesa en una gran sala a la luz de una lámpara.

Escribir es practicar un arte complejo que necesita conocimiento, dedicación y amor. Pero si además lo que quieres es escribir terror, necesitarás conocer ciertos aspectos singulares y misteriosos que hacen del género lo que es: la arquitectura de las pesadillas, de lo prodigioso, dei infierno y lo ominoso…

Y, bueno, otras cosas más prácticas y terrenales, para que engañarnos.

Por ello, en el siguiente artículo vamos a desentrañar 10 aspectos esenciales a tener en cuenta a la hora de escribir relatos de terror. El primero de estos aspectos nos lleva a determinar un marco de trabajo y a entender cuáles son los ingredientes básicos del horror:

Qué es el terror

E.T.A. Hoffmann, uno de los grandes arquitectos del género, escribió:

«¿Qué es la vida corriente? El girar en un círculo, más bien estrecho, con el que nuestra nariz siempre topa.»

¿Te parece una definición correcta? Creo que la mayoría de personas podemos estar de acuerdo con ella, pues vivimos en una rutina, más o menos estable. Somos seres de costumbres como se suele decir.

Pero, ¿qué pasa cuando la vida corriente y la rutina se rompen? Tal vez nada, tal vez incluso eso sea una buena noticia; pero ¿y si es para mal? Pues entonces, amigo/a, llegan el miedo y el terror.

  • El terror es la irrupción de un elemento extraño (exógeno, exterior…) en la vida corriente, con connotaciones malignas, que altera las reglas de lo natural y lo normal.

El elemento extraño puede ser sobrenatural o no serlo; puede venir de fuera, como un monstruo invasor, o de dentro, como la locura. Incluso puede ser que los personajes se dirijan hacia el elemento del terror, como en Las Montañas de la Locura de H.P. Lovecraft (1936).  Pero en cualquier caso, el elemento del terror romperá la normalidad, cambiará las reglas del funcionamiento de la realidad y será eminentemente maligno y perjudicial.

El terror es un género universal y abierto a todo. Al contrario que otros géneros, como el bélico, el western, el noir o el género histórico, el terror no necesita un contexto concreto. Al escribir terror se puede trabajar con cualquier época, contexto o situación. Al igual que la comedia o el drama, el terror es un género frontera. Y eso es debido a que el terror se funda en una condición psicológica.

La experiencia del día a día nos lo enseña: hay situaciones que para unos suponen un disfrute pero que a otros les causan miedo. Tenemos, por ejemplo, el salto en paracaídas o la escalada; o sea, la altura. También hay cosas un poco más cercanas al género, como meterse de noche en un antiguo hospital abandonado: hay personas que lo llamarán exploración urbana y hay otras que lo llamarán insensatez. Estas últimas, a diferencia de los exploradores urbanos, tendrán miedo ante la expectativa de encontrarse gente extraña, de sentirse frágiles, de que se hunda el techo o de que el fantasma de una antigua enfermera les persiga entre viejas camillas y cristales rotos.

Y las dos visiones son válidas.

El terror ocurre dentro de los personajes

Somos el hogar de nuestros miedos. Ellos anidan dentro de nosotros en diferentes niveles, ocupando las distintas capas de nuestra conciencia.

Pero todos los miedos tienen algo en común: son feos y no queremos mirarlos a la cara.

Algunos están a un nivel exterior, como mirando por las ventanas de nuestros ojos, a la vista de todos; y aunque nos son particulares los compartimos sin reparo. En mitad de una reunión social no nos importa admitir que tenemos miedo a las arañas, a las serpientes, a los payasos, al cambio climático o al clima político…

En cambio, otros miedos viven por debajo, en el sótano de la conciencia: el miedo a la soledad, a la enfermedad, al fracaso, al daño y a la perdida… Estos miedos profundos son universales y condicionan nuestras vidas.

Definición de terror

Sea como sea, todos los miedos, del más íntimo al más universal, son vividos por cada uno de nosotros como experiencias profundamente subjetivas. Y cuando uno de estos miedos se cumple nos sentimos frágiles, diferentes, directamente atacados por ese algo, solos… Y por ello:

  • El terror es drama y miedo.

Si repasas mentalmente todas las historias de terror que conoces, verás que en ellas el/los personajes están al margen del mundo normal. Al escribir terror, el círculo estrecho de la vida corriente del que hablaba Hoffmann es substituido por un nuevo círculo; un círculo tan personal e intransferible como el de la vida corriente, pero que ya no es una vida, sino una cárcel.

Yo llamo al paso a ese nuevo círculo singularidad, porque al igual que en un agujero negro, cuando el terror llega a la vida de los personajes, estos cruzan un horizonte de sucesos.

Esto nos aporta las primeras señas sobre cómo escribir un relato de terror:

  • Al escribir una historia de terror, haz caer a los personajes en un vórtice y no le dejes salir de él. Cada paso que den tiene que acercarles todavía más a la fatalidad.
  • El terror genera aislamiento en los personajes, una sensación y posición que no pueden compartir, en principio con nadie. Porque nadie les entiende, ni les cree.

Por favor, sacadme de aquí

En los relatos de horror los personajes se quedan aislados en casas encantadas, planetas perdidos, calles solitarias, pasillos oscuros, la Antártida…  Esto es algo común a toda la literatura de terror, desde la literatura gótica al círculo de Lovecraft, pasando por el autor que tú quieras. Lo vemos en novelas y cuentos tan dispares como Un Habitante de Carcosa de Ambrose Bierce (1886), Los Piratas Fantasma de W.H. Hodgson (1909),  La luz al final del Túnel de John Skipp y Craig Spector (1986) o La Balsa de Stephen King (1982).

Por ello, podemos deducir que:

  • Por norma general, terror y aislamiento van de la mano.

Por eso cuando ves una película como Them (1954), Cloverfield (2008), o cualquier otra película de desastres con monstruos, sabes que estás ante una situación terrorífica, pero no ante una historia de terror. El motivo es que en ese tipo de historias, el mal afecta a todo el mundo. En cambio, situaciones mucho más íntimas y personales, como que la familia Torrance se quede aislada en mitad de la nieve en El Resplandor (Stephen King, 1977), o la visita del cuervo en el clásico homónimo de Edgar .A. Poe (1845), son inequívocamente de terror. Porque el terror es una experiencia personal y, nosotros, como lectores, vivimos el terror a través de la experiencia del personaje que lo sufre; a través del individuo y no de la masa.

  • El género de terror habla de lo que nos es hostil, desde la asociabilidad, hasta lo incognoscible, pasando por lo onírico o el horror cósmico.

Y  funciona aún mejor cuando el horror y los personajes que lo viven están íntimamente ligados, como en El entierro prematuro de Edgar Allan Poe (1844).

Pero lo más importante (y difícil) es hacer que tus personajes parezcan reales, como verdaderas personas con sus contradicciones, su psicología, sus costumbres y manías, vicios y virtudes… Lograrlo es cuestión de práctica, de observar y entenderte a ti mismo a los demás. Y de bastante paciencia, creo.  Yo por mi parte, te lo aseguro, todavía estoy en ello.

fotografía en blanco y negro de una máquina de escribir antigua.

El ambiente y la atmósfera

De nuevo, el terror puede suceder en cualquier momento y lugar, así que la elección de ambiente es amplia y libre. Sin embargo, creo que hay algo intuitivo en ello.

Si ya has escrito alguna historia (sea o no de terror), probablemente el desarrollo de esa historia ha circulado por tu mente imbuida de algún ambiente particular. Para entendernos, llamaremos a eso la ambientación natural de tu historia.

Trabaja en esa ambientación. Desarróllala e identifica las tres o cuatro características que la definen. Da igual si es un ambiente clásico u obviamente terrorífico, como por ejemplo un pueblo abandonado, o si es algo mundano y poco amenazador, como la frutería de la esquina a las diez de la mañana de un martes. A menos que quieras trabajar y explotar las virtudes de un ambiente concreto y preestablecido, trabaja con ese ambiente natural que ya está en tu mente. La cuestión no es qué ambiente elegir, sino como explotar sus cualidades.

Para ello utiliza el imaginario del género, es amplio y supone nuestro legado cultural. Lo puedes usar de forma clásica y literal (como el estereotipo del cementerio neblinoso o el ruido que viene del piso de arriba), o puedes reescribirlo y actualizarlo, como hizo el terror japonés de finales de siglo con las cintas VHS y los teléfonos malditos.  

Por ejemplo: ¿Qué pasaría si en el interior de las naranjas de la frutería hubiese algo que no debería de estar allí? ¿O si la frutería fuese el único y vitaminado lugar seguro en el que esconderse de un mal acechante?

 Cuando Jaume Balagueró estrenó REC (2007), yo aún vivía en Barcelona y creo que ninguno de los de por allí imaginábamos una escalera del barrio del Eixample como el escenario perfecto para ambientar una película de terror de éxito internacional y, sin embargo, mucha gente quedó encantada con ella.

Todo vale si las cosas dejan de ser como deberían y se vuelven en contra de los personajes.

A medida que los personajes se introducen en la singularidad y quedan aislados del mundo, su condición psicológica peligra. Las imágenes, los sonidos y los olores cambian; se vuelven malignos, peligrosos, perversos… Y generan la atmósfera.

Aunque una buena atmósfera requiere de un poco más de trabajo y tal labor se traduce en dos elementos: el principal son las descripciones y el segundo es la condición psicológica, apoyada (de haberlos) en los diálogos.

Hace un par de noches repasaba el relato Estirpe en la Cripta de Clark Ashton Smith y hace poco te hablé en el blog de Psicosis, de Robert Bloch (1959). El uso y la construcción de las descripciones es muy diferente en los dos relatos, pero en ambos casos es brillante.

«La noche se precipitó con rapidez casi anormal, como si tuviera prisa por atraparme, y empecé a sentir una especia de confusa inquietud, como si me hubiese perdido por unos parajes extraños y no en un apacible rincón de Nueva Inglaterra.»

(Estirpe en la Cripta, Clark Ashton Smith)

¿Has visto como el autor ha convertido la noche en algo amenazador al personalizarlo y otorgarle una intención? ¿Cómo ha convertido la ambientación en atmósfera?

Tanto las descripciones como los diálogos son cosas difíciles, siempre sensibles de ser mejoradas, como asignaturas eternamente pendientes cuya práctica va conformando nuestro estilo. Todo es cuestión de educación sentimental y sensibilidad. En este caso mi mejor consejo es lee, estudia, imita y experimenta.

Fíjate en tus propias reacciones al leer y  en cómo, antes incluso de que le llegué a pasar algo terrible a los personajes, tú, como lector, ya te pones en guardia. Eso es porque la atmósfera anuncia que algo horrible va a pasar. Presta atención a esas frases que a ti, como lector, te hacen cruzar la singularidad codo a codo con los personajes.

NO busques un tema

No, no lo hagas.

Es mi consejo personal y en él apelo a mi experiencia; aunque creo que es todo lo contrario a lo que se suele aconsejar o a lo que rezan los manuales de escritura.

Si acaso, escribe dentro de un contexto  (la guerra, el cambio climático, la desestructuración familiar, el amor veraniego, un paseo nocturno…), pero no centres tu esfuerzo en escribir sobre eso. Puedes dejarte inspirar por ello pero, insisto, no lo conviertas en el tema de tu relato, o te estarás cortando las alas antes de empezar a volar.

El tema, el verdadero, aparecerá por sí solo durante el proceso de escritura, sin que seas consciente de ello. Y esa es la clave: debes dejarte sorprender. Obtendrás un resultado genuinamente sincero y tanto tus lectores como tú lo disfrutaréis más.

Permíteme explicarte una experiencia personal:

Cuando terminé mi primera novela, había pasado los últimos cuatro o cinco meses pensando en personajes, en situaciones, en como narrar la escenas de terror, el estilo, la puntuación, atar todos los cabos… Todo para lograr mi objetivo, que era crear una buena historia sobre una casa encantada. Y entonces, tras releer el primer manuscrito ya terminado, me di cuenta de que la historia trataba sobre la familia. Yo no había pensado en ello en ningún momento del proceso, pero al darme cuenta todo me pareció obvio.

 Sin duda, fue una de las grandes recompensas que me otorgó el escribir ese libro: el entender que yo tenía algo que decir, que había un tema relativamente profundo y que este había aparecido de forma orgánica e intrínseca, por sí solo.

De hecho, con el tiempo me he dado cuenta de que casi siempre que me pongo a escribir terror, termino escribiendo sobre las relaciones familiares, los amigos y los vecinos; sobre las relaciones cercanas, en general. Y no sé por qué motivo lo hago, pero me da igual. Ese es un trabajo para psicólogos; mi trabajo en cambio, es escribir más y mejor terror. Y hablar más y mejor sobre las relaciones, supongo.

No obstante, y volviendo a lo que nos ocupa, el asunto es que el tema de tu relato aparecerá solo. Y si mi ejemplo personal no te ha convencido, escuchemos al maestro Stephen King:

«Empezar por las cuestiones e inquietudes temáticas es una de las recetas de la mala narrativa. La buena siempre empieza por la historia, y solo pasa al tema en segundo o tercer lugar.»

(Mientras Escribo, Stephen King)

En Mientras Escribo, Stephen King habla largo y tendido sobre esto, ejemplificándolo con el desarrollo de su novela Apocalipsis (1978). Mientras Escribo es un libro que vale la pena leer, pues sus consejos son muy prácticos y accesibles. Además, si lo lees disfrutarás de una de las peores traducciones al español que jamás se ha hecho de un libro, con palabras inventadas y todo. Pero, tranquilo, te echarás unas risas sin que eso empañe el aprendizaje que puedes extraer de él.

Y ahora volvamos al terror.

un demonio rojo susurra al oido a un hombre vestido con un frac negro y pajarita blanca, sobre de cortinas azules.

Pero entonces, ¿sobre qué escribir?

El secreto de escribir terror está en mirar dentro de ti; es ahí donde encontrarás todo lo que necesitas.

Lo sé, suena a cliché, porque lo es; y sin embargo, es cierto.

No pienses en lo que asusta a la gente, sino en lo que te asusta a ti. Entonces descubrirás que no eres es único al que asusta esto o aquello y dirás «guay».

Al intentar identificar mis propios miedos con la idea de usarlos para escribir, he descubierto que algunos de ellos son realmente irracionales, absurdos y ridículos. Ahí va un ejemplo, en plan confesión: hay cosas que me niego a pintar o dibujar.

¿Absurdo, verdad?

Pero no te diré cuales son y lo cierto es que no importan esas cosas, sino la naturaleza del miedo.

Es un miedo animista, irracional, supersticioso… y soy consciente de ello. Aun así, si miras la historia de la literatura encontrarás obras en las que un dibujo o una pintura causan una influencia terrible en la realidad, como El caso de Charles Dexter Ward, de H.P. Lovecraft (1943), o El Retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde (1890).

Por ello, no debes de temer escribir sobre un miedo demasiado personal o ridículo. Además, hacerlo aportará a tus escritos un fondo de sinceridad que los lectores agradecerán. A la hora de escribir terror, no hay nada más legítimo que hablar de tus propios miedos, porque cuando lo haces sabes de qué estás hablando.

Ojo, tampoco es necesario que conviertas tus relatos en una especie de confesionario. Puedes hacer ejercicios de abstracción e intentar ponerte en los zapatos del otro para hablar de miedos que no sientes de una forma íntima. Escribir es jugar, no te cortes. Pero si tú sientes el desasosiego al escribir, entonces los lectores también lo sentirán.

La intriga y el suspense

De acuerdo, dirás, muy bonito todo ese discurso sobre sentir el miedo y escribir terror y bla bla bla.. Pero en la práctica, ¿Cómo lo hago?

Pues con la intriga y el suspense: esas son tus herramientas como escritor de terror. Te ayudarán a mantener al lector pegado a la página, a crear una atmósfera dominante y, sobre todo, permitirán que el auténtico tema de tu relato se exprese sin que ni tú ni los lectores tengáis que deteneros en él.

Ahora bien, ¿qué son la intriga y el suspense? ¿Y qué los diferencia?

  • La intriga es algo que se extiende en el relato, desde el planteamiento hasta la resolución del mismo. Es el problema qué hay que resolver y, por norma, los personajes y el lector saben lo mismo sobre ella. Sea sencilla o compleja, a lo largo ddel relato la intriga se irá resolviendo gradualmente hasta quedar totalmente resuelta al final.

En tu relato, según su extensión y complejidad, podrás usar una o varias intrigas, pero siempre habrá una intriga principal, que sirva de eslabón a las demás. La intriga necesita despertar curiosidad en tus lectores, crear en ellos la necesidad de seguir leyendo y saber más.

  • El suspense, en cambio, nos habla de un peligro inminente y, por ello, es de corta duración. Los lectores sabrán algo que los personajes no saben y por ello, sufrirán empatía y emoción por el destino de estos. Y a más grave y más intenso sea el suspense, más necesitarás que se resuelva con rapidez, para que la escena conserve toda su fuerza.

La mejor y más conocida definición del concepto de suspense la dio Alfred Hitchcock en una larga entrevista con el cineasta galo François Truffaut, recogida en el libro El cine según Hitchcock (1966). Según las palabras del maestro:

“La diferencia entre el suspense y la sorpresa es simple: nosotros estamos hablando, hay una bomba debajo de esta mesa y nuestra conversación es muy anodina, así que no sucede nada especial y de repente: bum, explosión.

Examinemos ahora el suspense. La bomba está debajo de la mesa y el público lo sabe, probablemente porque ha visto que un anarquista la ponía. El público sabe que la bomba estallará a la una y sabe que es la una menos cuarto (hay un reloj en el decorado); la misma conversación anodina se vuelve de repente muy interesante porque el público participa en la escena. En el primer caso, se han ofrecido al público quince segundos de sorpresa en el momento de la explosión. En el segundo caso, le hemos ofrecido quince minutos de suspense.”

Cuidado, aquí no estoy diciendo que el argumento, la intriga o el suspense deban de ser el motor de un relato de terror, pero ayudan. Sea lo que sea que estés explicando a tus lectores, querrás retener su atención. Por ello, acrecentar su curiosidad con la intriga y el suspense (siempre y cuando los resuelvas de una forma satisfactoria), será un plus.

Conoce a tus monstruos

¿Qué quieren los monstruos? ¿Te los has preguntado alguna vez? Sé que parece una cuestión absurda y rara, pero si nos la planteamos por un momento descubriremos cosas. Por ejemplo:

¿Qué busca Christine, el coche de  la novela de Stephen King? Amor. ¿O el monstruo de Frankenstein? Amor. ¿Y Freddie Krueger? Volver a la vida. ¿Los fantasmas? Ayuda y trabajo en equipo. ¿Y Drácula? Alimentarse. ¿Candyman? Venganza.

Etc…

Todos los monstruos tienen alguna motivació, y por lo general esas motivaciones son… ¿humanas?

Bueno, sí… y no.

En el terror clásico y en gran parte del terror contemporáneo, los monstruos no buscan hacer el mal simple y llanamente. El mal no es un fin en sí mismo, sino un medio. En realidad los monstruos quieren algo y, por lo general, ese algo responde a algún deseo o emoción totalmente humano y mundanal.

No obstante el círculo de Lovecraft, con su alto sentido experimental, descubrió que a veces no existe un monstruo como tal y la intención humana desaparece. Este grupo de escritores llegó a romper la barrera de las pasiones humanas y creó monstruos más conceptuales, como en el cuento El que camina sobre el polvo, del genial Clark Ashton Smith (1935), el poema onírico La ventana de H.P. Lovecraft, o incluso anteriormente en la novela precursora del horror cósmico La Casa en el Confín de La Tierra de William Hope Hodgson (1908). 

Estos autores nos aportaron un concepto nuevo, sino una revolución. En sus escritos el ser humano queda fuera del centro de la existencia y aparecen terrores sin emoción, tremendamente materialistas: el vacio, el abismo, la inmensidad del cosmos, el sinsentido de la existencia… combinados con los horrores sobrenaturales de toda la vida.

Todo terror necesita un monstruo, tenga la forma que tenga, sea sobrenatural o no. Y reflexionar sobre la motivación de ese monstruo, sobre la motivación del mal, puede ayudarnos a saber en qué dirección debe tirar nuestro relato. No es necesario diseñar nuestros monstruos en base a sus motivaciones, pero averiguarlas durante el proceso de escritura, puede ayudarnos a resolver el relato y a aportarle coherencia.

Conoce el género

Este es posiblemente el consejo más universal e inequívocamente cierto que se suele dar. Para escribir terror, o cualquier otro género, debes conocerlo. Debes estudiar sus clásicos y sus contemporáneos; su evolución, sus códigos y su arquitectura común.

Eso no significa que no puedas escribir terror sin antes haberte sacado un máster en artes oscuras, ni mucho menos. De hecho, solo por vivir en el mundo conocerás muchas de las características del género, pues forman parte de la cultura popular. Pero a la hora de escribir una novela de terror, o de desarrollar en el tiempo esta faceta creativa, tener bases sólidas siempre será una ventaja.

Para ello, lee mucho y toma notas. Escribe en tu cuaderno un análisis de los relatos y novelas que caigan en tus manos. Decortica lo mejor y mejora lo peor. Y crea sistemas de trabajo. Al final, es muy parecido a cuando tomabas (o tomas) notas como estudiante de una materia: ármate de lápiz, boli, marcador fluorescente y ponte manos a la obra.

Si no tienes el hábito de hacerlo, no te preocupes, todo es empezar. Mi consejo es que tengas un cuaderno en el que apuntar todas las impresiones, datos y conclusiones que saques de tus lecturas. Puede ser el mismo cuaderno en el que tomas notas sobre posibles relatos o uno aparte, pero lo importante es que sea un cuaderno físico.

El motivo es simple, escribir a mano ayuda a retener y a procesar mejor la información, o al menos eso creo. Además a medida que cojas el hábito de tomar notas, empezarás a organizarlas a tu manera de un modo natural. Desarrollarás un estilo personal y optimizado que responderá perfectamente a tus necesidades y te interesarás por encontrar formas de hacerlo mejor.

En ocasiones yo he llegado incluso a crear análisis sobre libros o películas en una gran hoja dinA3 con diferentes colores. A continuación te enseño el que hice de la película The Conjuring (2013). En el papel fui apuntando como estaban creadas las diferentes escenas de terror o suspense, la intensidad de los screamers y cómo eran presentados al espectador…

notas sobre un papel en tinta azul analizando el desarrollo de las escenas de terror de la pelicula The Conjuring, con subrayados en amarillo y verde.

Tampoco es necesario que hagas lo mismo que yo (si lo haces, una película de dos horas te ocupará cuatro). Te lo enseño solo para ilustrar el hecho de que estudiar el género es esencial y muy práctico.

Por último, pero no menos importante, busca ensayos sobre el género. Los amigos del terror tenemos el placer de disfrutar de obras como El Horror Sobrenatural en la Literatura de H.P. Lovecraft () o Danza Macabra de Stephen King (1981). Pero hay más y todos te serán de gran ayuda para comprender el funcionamiento profundo del género y para descubrir obras fundamentales del mismo. Los ensayos son minas de oro.

Y, por supuesto culturízate con podcast dedicados al noble género que nos ocupa. En El Vuelo del Cometa conocerás en profundidad la obra de los maestros y en Noviembre Nocturno te bañarás en un mar de horror y sabiduria primigenia semana a semana.

Organiza el trabajo

Muy bien, hora de ponerse a teclear. Misión: escribir un relato de terror.

Vale… ¿y ahora qué?

Bueno, si ya tienes experiencia escribiendo ya sabrás como va esto: la mejor manera de ponerse a escribir es hacerlo. Poco más hay que decir.

Si escribes un relato corto lo más probable es que no necesites demasiada preparación previa, quizá algo de documentación para recear un contexto histórico concreto o algo así, pero en general es probable que ya sepas como resolver la narración o lo improvises sobre la marcha.

Si, por el contrario, buscar escribir un cuento o incluso una novela, siempre te vendrá bien trabajar con algún tipo de escaleta. O sea, una lista de las cosas que van a suceder por orden cronológico o por el orden en que vas a presentarlas a los lectores.

Si ya sabes que quieres incluir ciertos tipos de escena o de escenario concretos, también puede ser práctico crear listas de las características que tienen esos lugares o de lo que pasará en esas escenas.

Imagina, por ejemplo, que quieres incluir en tu relato una serie de fenómenos paranormales. Haz una lista sobre ello y reflexiona sobre en qué orden o qué punto del relato representar esas cosas.

  • Lo importante no es como te organizas, es hacerlo. Siéntete libre para generar un método propio o estudia en internet métodos efectivos de tomar notas, generar mapas mentales o desatar lluvias de ideas.

De hecho, en mi opinión, el secreto a la hora de organizarse para escribir un relato de terror largo reside en dos puntos:

  • Coge las ideas que tengas, aunque no estén del todo organizadas o definidas, y empieza a escribir sobre ellas, con el único objetivo de desarrollar, sin buscar construir nada.
  • Deja que tus manos fluyan sobre el teclado; poco a poco tu mente se focalizará y empezarán a encadenarse las frases y las ideas. Asigna un tiempo en tu rutina diaria para aislarte y escribir (dos horas, tres horas, media, o lo que puedas) y repite el proceso día tras día.
  • Organiza tus ideas en tu cuaderno, lejos del teclado y de la escritura de las páginas.

Lo importante es este punto es darse cuenta de que todas esas notas, listas y escaletas no sirven para crear el relato en sí, pues este solo se hará realidad escribiéndolo. Al contrario, el verdadero objetivo de toda esta organización es crear una especie de mapa con el que guiarte, un salvavidas gracias al cual poder hundirte en la experiencia de la escritura sin el miedo a ahogarte en ella.

Tus notas te ayudarán a saber localizar los puntos débiles de tu relato, a reconocer sus pilares fundamentales y a ver como unas situaciones dadas llevan a los personajes a vivir otras situaciones nuevas. Gracias a las notas y las listas crearás un camino, un trazado que te evitará caer en callejones sin salida y al que podrás acudir cuando te sientas perdido entre los párrafos y los capítulos.

  • Mantén ese binomio entre escribir el texto y tomar/repasar tus notas, y todo irá en la dirección correcta.

Sin embargo, en realidad también existe un tercer punto a tener en cuenta, quizá el más importante cuando ya estas manos a la obra.

Hablemos de él.

Acaba el primer manuscrito

Sí, este es el mejor consejo de escritura que puedo darte, créeme. Al menos en lo que a la práctica de la escritura se refiere.

Acaba el primer manuscrito, céntrate en eso. Luego podrás releer, corregir, mejorar, cortar, potenciar el tema y todo lo que quieras. Pero lo harás sobre una base sólida, con un principio, un nudo y un desenlace que ya existen en forma de manuscrito. Tendrás en tus manos un relato, un cuento o un libro.

Podrás relajarte, trabajar con soltura, experimentar sin miedo. Y estarás en tu salsa, porque ese será tu relato y por fin habrá salido de tu mente. Podrás observarlo con mayor objetividad, podrás moldearlo y esculpirlo para transformarlo en su mejor versión.

Por ello, diablos, acaba el primer manuscrito y evita dejarlo a medias.

El proceso de escritura precisa de una gran abstracción mental, de imbuirse de un ambiente concreto. Es necesario vivir el relato mientras lo escribes, convertirte en cada uno de sus personajes, visualizar con claridad las situaciones y los ambientes…

Una vez hayas traspasado la singularidad de la página en blanco, no pares de escribir terror día a día hasta terminar el primer manuscrito. Ocúpate de eso y de nada más.

Es la única forma que conozco de escribir.

Si has disfrutado de esta mega guía sobre cómo escribir terror, compártela en redes, por favor. Y coméntame qué te ha parecido, o si estás de acuerdo o no en lo que se expone 😀

¡Hasta pronto!

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