Escribir terror 3: viaje a un agujero negro

En nuestra autopsia a una casa encantada, vimos cómo ambientar nuestras historias de terror en lugares retirados como conventos ruinosos, callejones solitarios o catacumbas…  Y es que, cuando el terror llega a la vida de nuestros personajes, también lo hace el aislamiento.

Viejos caserones, bosques misteriosos o naves espaciales; poco importa el si terror deja a tus personajes sin escapatoria.
Viejos caserones, bosques misteriosos o naves espaciales; poco importa el lugar si el terror deja a tus personajes sin escapatoria.

De hecho, podemos decir que:

El aislamiento es común a toda la literatura de terror. Por norma general, terror y aislamiento van de la mano.

Para ilustrar la influencia del aislamiento en el género, juguemos a hacer una analogia entre el terror y un agujero negro.

El terror es aislamiento

Lo vemos en novelas y cuentos tan dispares como Un Habitante de Carcosa (Ambrose Bierce, 1886), Los Piratas Fantasma (W.H. Hodgson,1909) o La Balsa (Stephen King,1982).

El terror genera en los personajes una sensación y posición que no pueden compartir, en principio con nadie, porque nadie les entiende ni les cree.

No obstante, el género de terror lleva el agravio al siguiente peldaño: propone una experiencia fundamentalmente espantosa que va de lo personal a lo privado y de lo privado a lo íntimo, con el único objetivo de doblegar el alma de nuestros protagonistas.

En el género de terror, los personajes viven, aislados del resto del mundo, una experiencia íntima y personal.

Danny Torrance, el protagonista de El Resplandor, vive en una cárcel dentro de otra cárcel. Es el ejemplo perfecto de aislamiento en el terror.
Danny Torrance, el protagonista de El Resplandor, vive en una cárcel dentro de otra cárcel. Es el ejemplo perfecto de aislamiento en el terror.

Al escribir terror debemos tener presente que nuestros lectores buscan la caricia del escalofrío; quieren sentir el mismo pavor que los personajes de nuestro relato. Y quieren hacerlo a través de las emociones que estos sienten.

Los escenarios y los monstruos son sagrados pero, por encima de todo, la narrativa busca evocar experiencias que, de otra forma, no podrían ser vividas.

E incluso debemos de ir más allá.

Grandes novelas de catástrofes como La aventura del poseidón (Paul Gallico, 1969) o El día de los trífidos (John Wingham, 1951), nos presentan situaciones dramáticas y potencialmente terroríficas con personajes aislados pero, a pesar de ello, no pertenecen al género de terror.

¿Podemos concluir entonces que una buena novela de terror solo necesita un buen drama, algo de aislamiento y una amenaza?

Parece que no.

Bordeando el horizonte sucesos

Soledad, extrañeza, fragilidad, estrés, vértigo, miedo… y finalmente horror.

Ese es el plan de vuelo para los amantes de la narrativa oscura. Y es un plan personalizado, diseñado integralmente para que nuestros personajes y lectores sufran la pesadilla perfecta.

Tal y cómo vimos en el capítulo anterior, existe una diferencia entre el miedo y el terror: el miedo es algo común y mundano; pero el terror habla de algo excepcional, por lo espantoso y determinante de su influencia. El terror es el miedo en su máxima expresión.

El género de terror no es la pesadilla de que la que se despierta, sino la realidad terrible que aparece al despertar del dulce sueño.

Un miedo puede ser superable, temporal, injustificado? o quizá incluso vencible y reparable.

Pero el terror… no. El terror es el agujero negro de la consciencia.

Eres un artesano del vórtice

Ese es tu trabajo como escritor de terror. Existen otras mil analogías válidas, claro, pero la super gravedad masiva de un monstruo galáctico te puede servir como referencia.

En el momento en que lo maligno viola las reglas de la realidad, nuestros protagonistas se adentran en el horizonte de sucesos. Y el terror les obliga a llevar a cabo una huida hacia delante, cuyo destino inevitable es la singuralidad del agujero negro.

En el género de terror el aislamiento es omnipresente, creciente y constante, al igual que la amenaza.

El género de terror responde a la imagen popular de un agujero negro que engulle todo a su paso.

Algunos autores de terror, como por ejemplo Dean Koontz (Reino de tinieblas, Fantasmas…), son conocidos por sus finales felices. Para ellos, permitir que la luz siempre venza a las tinieblas es marca de estilo y mensaje.

En apariencia, estos autores no trabajan con agujeros negros, sino que lo hacen con agujeros de gusano en los que al final existe una salida. No obstante, jamás permiten a sus personajes escapar del vórtice hasta el último momento.

Sin embargo, el aislamiento es sagrado. El problema sin solución, la impotencia y la fragilidad: esas son las cosas que nos llevan al miedo a convertirse en terror.

Y eso es porque el vórtice, la fuerza mayor de la que es imposible escapar y que definitivamente nos engullirá a todos, es puro terror.

En el siguiente capítulo de esta serie averiguaremos que el vórtice puede encontrarse en cualquier lugar y momento, aunque la elección de estos será crucial para el desarrollo de nuestro relato.

Hoy hemos hablado del terror como un agujero negro. ¿Te parece una buena analogía?¿Se te ocurre una mejor?

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