El miedo es subjetivo, íntimo y casi tan caprichoso como el humor. Por ello, la forma en que nuestros pesonajes reaccionan al miedo será la mejor ayuda que podamos recibir para averiguar cómo escribir nuestro relato de terror.
El miedo determina el comportamiento
A un nivel evolutivo y cuenta tenida de la larga y peligrosa hitoria de nuestra especie, se puede decir que el miedo es un esquema adaptativo que nos prepara para reaccionar ante un peligro, real o imaginario. Es un pilar fundamental del llamado instinto de supervivencia.
Tanto es así que, ya en el imperio romano, el Derecho contemplaba el miedo como motivo de exención de un acto criminal.
Dominada por el miedo, una persona puede perder el control de su voluntad hasta llevar a cabo actos perfectamente reprensibles sin que, por lo tanto, tal persona pueda ser responsabilizada.
Esa es la verdadera dimensión universal del miedo: cuando se presenta, toma el control de la situación. Sin más.
El miedo nos activa (o nos bloquea)
Esta influencia (tanto física como psicológica), que invadirá a nuestros personajes cuando se enfrenten al terror, es muy valiosa para los exritores. Entender la forma en que un personaje va a reaccionar ante una situación concreta nos ayuda a dar credibilidad y coherencia narrativa a nuestra obra.
La forma en que un personaje «x» reacciona al encontrarse la terrible figura de un niño desaparecido hace treinta años a la vuelta de una esquina, puede incluso determinar el tono del relato.
¿Siente nuestro personaje pavor ante lo imposible? ¿Acaso siente compasión y tristeza?
Si lo que estamos escribiendo es terror, la respuesta es clara.
Diferencia etre miedo y terror
Determinados thrillers, así como las historias de catastrofes o de invasión extraterrestre, entre otras, suelen dedicar una buena proporcion de su narrativa a la emoción «miedo» aunque, obviamente, no son de terror.
¿Qué separa entonces a una emoción de otra?
El miedo es la reacción ante un peligro; el terror es la máxima expresión de la reacción de miedo.
Eso es lo que diferencia al género de terror de cualquier otro.
Por eso, narrativamente hablando, el miedo no está monopolizado por el género de terror. Pero el terror , en cambio, sí está monopolizado por el miedo.
Una forma de intimidad
Para escribir una buena historia de terror no basta con encarar personajes a situaciones o hechos temibles.
Es necesario enfrentar los personajes de nuestro relato a sus peores y más particulares pesadillas.
Lo que en la práctica, por cierto, suele resumirse a hablar de nuestros propios miedos.
Al final, nuestro objetivo como escritores de terror es intimar con nuestros lectores. Invitarles un paseo por ese lado oscuro y prohibido de la vida en el que uno no se adentraría sin un guía. Ayudarles a sentir el mismo aislamiento que sienten los personajes.
Si escribimos sobre nuestros propias inquietudes es para hablar de algo real, auténtico y verdadero; de algo intenso y pasional que nos ayude a crear una conexión íntima con nuestros lectores.
De algo que no sea miedo, sino verdadero terror.