Todos los pueblos y ciudades tienen una; todos hemos pasado por delante de una de ellas. Están llenas de fantasmas, poltergeists y sombras que reptan en la penumbra. Y el incómodo frío que recorre sus estancias precede a los gritos de terror de aquellos que se atreven romper su silencio.
Son las casas encantadas y, por supuesto, todas ellas conservan el recuerdo de un pasado denso y funesto.
Sin embargo, no cabe duda de que existe algo hipnótico en ellas, ¿verdad?
Pero ¿qué es? ¿Y cómo captarlo en tu relato para el deleite de tus lectores?
O, en definitiva…
¿Cómo escribir una novela de terror sobre una casa encantada?
En este artículo vamos a analizar las principales características que definen la narrativa de terror relacionada con las casas encantadas y que son comunes a sus obras más destacadas.
El tema es amplio y, por ello, voy a intentar que el artículo sea detallado, pero también abordable.
Pero empecemos por el principio: ¿Qué es una casa encantada?
La leyenda negra, el tropo fundacional
las casas encantadas son contenedores del mal. La experiencia del enfrentamiento con ese mal, así como su resolución (o no) son el leit motiv de su narrativa.
Desde la publicación de El castillo de Otranto (1764) de Horace Walpole (considerada la primera novela moderna de esta temática), el pasado y lo gótico han sido los pilares centrales de la arquitectura de las casas encantadas, porque han ofrecido a los escritores el marco perfecto para hablar sobre dos puntos clave:
- Lo bárbaro: Lo gótico, lo oscuro, lo siniestro… Ya en el s. XVIII el contexto de las casas encantas fue el recipiente perfecto en el que mezclar y agitar todas las reflexiones relacionadas con el mal, exterior e interior (pero por lo general humano), que aquella época de iluminaciones intentaba dejar atrás tras los horrores de la mal llamada Edad oscura.
- Los fantasmas: considerados como algo absurdo y desplazado en el imperio de la razón, que por aquel entonces definía la realidad como algo material y tangible, eran relegados al plano de la superstición junto a todo lo misterioso u oculto.
Sin embargo, la propia existencia del concepto de casa encantada tiene su base en la realidad, no en la imaginación creativa. Sea en la forma de asesinatos, rituales, prácticas ocultistas poco amables o por ser lugares malditos incluso antes de la propia construcción de la casa, el mundo está plagado de hogares en las que han sucedido cosas horribles. Y eso es algo que todos sabemos.
Por ejemplo, la presencia de fantasmas, tan habituales en estas casas, está siempre relacionada con un crimen, un pecado del pasado o un asunto de vital importancia que quedó sin resolver.
Por ello, al escribir una historia de terror sobre una casa encantada:
Piensa en el mal que infestó la casa y alimenta ese precedente histórico para desvelarlo al lector a medida que avanza el relato. En este tipo de narrativa la casa es un personaje más. A veces incluso carga con el papel protagonista.
No es necesario que tengas ese contexto totalmente definido antes de escribir la primera línea de tu relato, pero tienes que conocer y preparar ese aspecto. Cuanto más terrible y humana sea la historia que maldijo la casa, más fácil te será desarrollar situaciones dramáticas y emotivas en las que implicar a tus personajes.
Seguro que alguna vez habrás oído una expresión que dice que cada casa tiene sus humores, en relación a sus ruidos y particularidades. A la hora de escribir terror sobre casas encantadas, el precedente histórico que imagines determinará los humores de la casa.
Algo me dice que no debería entrar a esa casa (pero lo haré)
La casa es el lugar familiar por excelencia, el hogar en que podemos descansar y bajar toda defensa; el santuario en el nos cobijamos del peligro y la intemperie. Al menos hasta que en su interior pasa un hecho terrible y sus paredes se convierten en una jaula que evoca el miedo, la pesadilla y la tristeza.
Entonces el lugar se convierte en una casa encantada, maldita o embrujada, pero no antes.
Las casas encantadas no nacen siendo así; son las personas quienes las crean, impregnándolas de sus más bajos instintos, de sus pesadillas y fantasías.
Y sin embargo, existen sitios que nos evocan una extraña sensacion de peligro, misterio o temor sin necesidad de que una historia los preceda. Pasamos por delante de ellos y, sencillamente, sabemos que ese no es nuestro lugar. Existe en nosotros un instinto, como el del perro que le ladra a la oscuridad del bosque o que no quiere entrar en un lugar por mucho que su dueño se lo solicite.
Y las casas encantadas tienen algo de ese terror instintivo y primordial.
Veamos, por ejemplo, el caso de las cuevas, quizá la idea más preternatural y básica de abrigo o refugio ( o lo que es lo mismo, lugar en el que sentirse seguro y protegido; o sea, todo lo contrario a una casa encantada). Es conocido como, en el paleolítico, algunas personas, quizá motivadas por una búsqueda iniciática, demostraban su valía introduciéndose en profundidades de la gruta jamás exploradas por ningún otro miembro del grupo, y dejando en ocasiones, como prueba de su paso marcas de su paso, marcas, dibujos u objetos.
En este tipo de narrativa sucede algo parecido: las novelas sobre casas embrujadas son historias de exploración, cuyo campo de búsqueda se enmarca en lo desconocido y lo íntimo.
En un buen relato sobre casas encantadas existe ese rito iniciático, en el cual el personaje describe un arco de evolución. La casa encantada transforma a las personas.
Los relatos casa encantadas no tratan de la muerte, sino de la vida a través de la muerte.
Por ello, el/los personajes se verán empujados a indagar, a investigar en profundidad la historia del lugar, habitación tras habitación, descubriendo poco a poco los secretos de la casa.
Pero ¿y si el mal que habita la casa no es humano a ningún nivel?
Entonces quizá rebasemos los límites de lo que define a una casa encantada, para dirigirnos hacia un tipo distinto (y puede que nuevo) de relato.
El mejor ejemplo que se me ocurre de un mal tan extraño e inconcebible se encuentra en la novela La Casa en el Confín de la Tierra (William Hope Hodgson, 1908), en la que el autor llega a traspasar los límites de la narrativa de casas encantadas para ayudar a sentar las bases del horror cósmico, construyendo una obra de arte rompedora y sin precedentes.
No obstante, a la hora de escribir una novela sobre casas encantadas el arquetipo narrativo tiene más relación con hechos pasados y terribles que con una naturaleza malvada del lugar.
Por eso, en los relatos de casas encantadas siempre hay un lado humano.
Puede que la casa fuese la morada de alguien tan malvado que sus paredes quedaron impregnadas de su vicio y corrupción. O quizá fue escenario de un hecho tan atroz que dejó a su víctima encerrada en el lugar, y ahora busca la ayuda de los protagonistas desde el más allá, en forma de espectro o aparición.
Por ello:
La escritura de tu novela o relato funcionará de forma idónea si logras conectar la historia de la casa con la de los protagonistas.
La casa encantada suele asustar e incluso en ocasiones mata, pero siempre logra su objetivo al cambiar para siempre la vida de las personas.
Por eso las narrativas de historias supuestamente reales como Aquí vive el Horror, de Jay Anson (1979), o películas como Al final de la escalera o El Pacto funcionan a un nivel terrorífico a la par que emocional. Lo mismo pasa con Insidious, El Resplandor… Así que:
Haz que la vida de tus personajes cambie, que ellos mismos cambien tras su paso por la casa encantada. Y sobre todo: enfréntalos tanto al terror de la casa como a sus propios miedos.
Lo que nos lleva al siguiente punto…
El reflejo de la psicología humana
Tener la mente bien amueblada es una expresión de uso común que revela algo sobre el modo en que entendemos nuestro mundo interior: bajo nuestra piel existen estancias, rincones y puertas tras las que se esconden memorias lejanas o traumas, vergüenzas y pecados.
Incluso, en ocasiones, en nuestro mundo interior encontramos escaleras y pasillos largos y sombríos, que llevan a lugares que ni tan siquiera nosotros conocemos: sótanos, desvanes, habitaciones ocultas…
Tener la mente bien amueblada es también una expresión que nunca pudo aplicarse a sí mismo el bueno de Norman Bates, el protagonista de la novela Psicosis, de Robert Bloch (1959). En este libro nos encontramos con una casa que no es la típica casa encantada, pero que ilustra perfectamente la relación entre la psique del personaje y la fenomenología que se da en la casa, revelando que entre ellas existe una conexión más íntima de lo que parece.
Y es que se pude decir que vivimos en nuestras mentes, ¿verdad? Desde la tuya, sentado en tu particular sofá, me estás leyendo ahora.
Esta es, por ejemplo, la idea explotada en The Dream Door, la cuarta y última temporada de la serie de terror Channel Zero, basada en el creepypasta original de Charlotte Bywater I found a hidden door in my cellar, and I think I’ve made a big mistake.
En esta historia, la protagonista y su novio encuentran una extraña puerta azul al fondo del sótano que no debería estar allí, cuando de repente… En fin, no seré yo quien te haga un spoiler y te desvele de qué trata la historia, pero es un uso inteligente de esta analogía de la casa y la mente.
Existen otros ejemplos de este tipo en obras como la película The Haunting (Robert Wise, 1963), o como la novela Otra Vuelta de Tuerca (Henry James, 1898), en la que los fantasmas navegan entre lo objetivo (la casa) y lo subjetivo (la mente), dejando a los lectores decidir si existen o no.
Otro ejemplo es la película Pesadilla en Elm Street (Wes Craven, 1984) que explota al máximo la conexión casa-mente, aunque apartándose lo suficiente del funcionamiento clásico de este tipo de historias como para acabar formando parte de otro género, en este caso el slasher.
Como ves, se trata de una constante en la literatura de casas malditas, muy elástica y llena de posibilidades.
Cuanto más desarrolles el trasfondo de tus personajes, más densa se volverá la maldición que embruja la casa de tu relato; y viceversa. Las novelas sobre casa encantadas incluyen terror, aventuras e incluso acción, claro. Pero por encima de todo, se sustentan en el drama humano.
Todo es una cuestión de estilo (arquitectónico)
Una casa encantada tiene dos arquitecturas: una es la obvia, la física y (no siempre) tradicional, hecha de piedra o ladrillo. La otra es la arquitectura de la maldición o el embrujo, la arquitectura narrativa que nos describe su historia a través de sus habitaciones, en un recorrido siniestro e inquietante que nos lleva hasta la terrible verdad.
Arquitectura física
En la tradición occidental la casa encantada suele ser antigua, señorial, enorme… Lo cual facilita al autor la generación de todo tipo de situaciones que compliquen la intriga y el misterio aportando un toque de aventura. Pero las tradiciones modernas, empezando por la oriental con ejemplos como la novela Ringu (Kōji Suzuk, 1991), han apostado por terrenos mucho más familiares al lector, como los edificios de apartamentos o las casas adosadas suburbanas, haciendo de las novelas sobre casas encantadas algo cercano y por lo tanto, plausible.
De hecho, no es extraño que en los últimos años hayan aparecido (o reflotado) tantos casos misteriosos relacionados con viviendas nuevas en España, como el caso Vallecas, adaptado al cine en la película Verónica (Paco Plaza, 2017). No es solo la incensante narrativa de los programas y podcast de misterio, es una evolucion natural que está transformando la estética de esta temática.
El hecho es que:
La narrativa de las casas encantadas evoluviona con el tiempo, adaptándose a las formas de vivir de las épocas y los lugares. Con el paso de los años ha viajado de la antigua tradicional casa señorial y campestre de la ghost story hasta llegar a la ciudad. Así que, como autor, tienes donde elegir. Todo vale.
Arquitectura narrativa
Este es el nivel psique de que hablábamos antes, aquel en el que cada estancia de la casa encantada tiene una función, una capa de historia que narrar, algo concreto que transmitir. Y ese es un aspecto que no ha variado con los años.
Sea para respetar el tropo o romper las reglas, al escribir este tipo de terror debes de conocer esa arquitectura como si tú mismo fueses el arquitecto. De hecho, al escribir una novela sobre una casa encantada, tú eres el arquitecto. Por ejemplo:
Paralelamente al trasfondo de los personajes, puedes crear una lista de los fenómenos y situaciones que quieres que sucedan en la casa y, en base a ella, construir el lugar en el que se moverán tus personajes.
Define claramente el enfoque que quieres darle a lo paranormal en tu historia. ¿Quieres grandes escenas de terror, llenas de peligro, sustos y aprensión, o prefieres un enfoque mucho más psicológico y sutil?
Como ves, sin lugar a dudas, en una novela sobre una casa encantada el ambiente y la atmósfera son capitales.
¡Ah! Y no lo olvides:
Deja siempre lo mejor para el final, para el lugar más recóndito de tu morada del mal.
Las casas encantadas están llenas de misterios. Y muchos se esconden a la vista. Pasadizos, cajas fuertes, cajones y lugares de almacenamiento ocultos, puertas secretas… Todo vale si necesitas darle a tu relato un poco de emoción y aventura.
Nada es evidente. A través de los años, los relatos sobre casas encantadas han llenado páginas de intriga y suspense. La combinación de estos elementos con un contenido dramático bien medido, hará que tus lectores no tengan más remedio que subir la escalera, hasta llegar al desván.
Conclusión
Como has visto, hemos abierto en canal una casa encantada, nos hemos metido en ella y lo que hemos descubierto son un montón de estereotipos.
Y, en realidad, ahí está la clave, porque se trata de los códigos comunes a este tipo de historias. Utilizarlos con sagacidad dará a tu relato una identidad personal. Ahora bien, siéntete libre para estirarlos y manejarlos a tu antojo, o romperlos. Por ejemplo:
A veces el terreno de la casa encantada traspasa sus propias paredes, como en el lago en la película de Kåre Bergstrøm Lake of the dead (1958), o en el árbol llamado la dama verde, en la novela Un saco de Huesos de Stephen King.
En ocasiones, el relato ni tan siquiera nos revela lo que pasa en la casa, como en la mítica historieta La Casa de los Horrores, perteneciente al número 21 de la revista Tales From The Crypt.
Otras veces, la actividad paranormal que aterroriza a los protagonistas queda limitada a un espacio concreto de la construcción, como en el cuento La Galeria Alargada, de E.F. Benson
Sea como sea, actualmente, se ha escrito ya tanto y con tanta pasión sobre este tipo de lugares que te puedes permitir experimentar y no ponerte ningún tipo de límite.
Pero sobre todo y sin ningún género de de dudas, al escribir relatos de terror sobre casas encantadas jamás debes olvidar que el horror, como los fantasmas, no están en la casa, sino dentro de nosotros.