La antología Relatos Extrañers nos invita a conocer un imaginario sombrío, de exhuberantes resonancias góticas y plagado de serranías brumosas. Hogar de asesinos, vampiros y criaturas mitológicas, la mente de Vicente Ortiz nos traslada en este volumen al tabernáculo de un infierno que abarca toda época y lugar.
El códice extrañer
Uno diría que las páginas de esta recopilación despliegan un repertorio de horrores reconocibles, canónicos y aparentemente descifrables. Sin embargo, la voz de Territorio Extrañer, el funesto podcast que llena de horror las madrugadas de Ivoox, nos muestra que su pluma es un bisturí multicolor, capaz de abrir en canal lo cotidiano para extraer de su interior las ratas y los seres metamorfos que pueblan la enajenación colectiva.

«Cuando la puerta se cerró, temió que jamás saldría de allí, sin embargo abrazó el aislamiento de aquellas cuatro viejas paredes, ironías de su triste destino, como un refugio en el infierno »
(La moradora del Castillo de Trevejo, Vicente Ortiz)
Desde los montes hurdanos hasta el Chicago barriobajero, Relatos Extrañers cartografía una dimensión en la que los ecos de Bram Stoker y H.P. Lovecraft no logran enmudecer la presencia de criaturas sorprendentes del horror folclórico ibérico.
Desde el averno del Machu Lanú, el diablo hurdano por excelencia, hasta el frío abrazo de la Chancalaera, con su forma engañosa y letal, Vicente Ortiz festeja un mundo habitado por niños caníbales, asesinos en serie y aspirantes a príncipe que bajo la luz de las velas relatan el nefasto destino a aquellos que se atrevan a violar el secreto de las ruinas y los bosques ancestrales.
Ciudadelas perdidas, persecuciones policiales y amores más allá de toda naturaleza son los callejones por los que los aficionados al láudano o al opio buscan con desesperación la salida de este extraño micro universo de pavura y atrocidad.

Horror sobre(natural)
La atmósfera bárbara y oscura de las extensiones góticas de «La moradora del Castillo de Trevejo» o «El afilador» da paso a concisas reflexiones sobre los espantos más cotidianos e inevitables, como el de «La anciana» o el de «Una ciudad que bullía dentro de otra que dormía». No faltan en este conglomerado heterogéneo los dioses primigenios de los mitos de Cthulhu, como nos muestra «El faraón desconocido», ni los senderos iniciáticos del Consejo Oscuro que todo lo sabe y todo lo ve.
«A pesar de la reducida iluminación, sus ojos destacaban semejantes a los del diminuto caníbal que ya se aproximaba por mi espalda.»
(No es más que un juego de niños, Vicente Ortiz)
Del amor paterno a la pasión secreta y del estupor cotidiano a la conversión de la realidad aceptable, las alucinaciones y los escalofríos de Relatos Extrañers dejan lugar al humor negro en cuentos como «Ochenta dólares» o «No es más que un juego de niños». El resultado es un volumen diverso y experimental, que sobrevuela la geometría del género de terror para señalarnos sus rincones más temibles. Abrazos vampíricos, oscurantismo y superstición son el aura de esta sombra extrañer que se oculta en las ignotas estanterías del horror contemporáneo. En este verano que empieza, si la ves o la intuyes, alarga tu mano y déjate arrullar por la caricia gélida de esta antología nocturna y siniestra.
O escucha a Vicente en Territorio Extrañer, que también tiene lo suyo.
La telaraña extrañer
Vicente Ortiz es un autor-araña, cuyas patas tirán de numerosos hilos. Si bien se decribe como escritor intermitente, su presencia en páginas web y antologías es prolífica. Además de coordinar el podcast Territorio Extrañer, colabora con la revista digital Dentro del Monolito y con El Vuelo del Cometa.
Puedes conocerlo más visitando su blog personal o siguiéndo su cuenta de Instagram. Y si quieres leer uno de sus relatos más conocidos, La moradora del Castillo de Trevejo, puedes descargarlo en su versión extendida y gratuita aquí.

RELATOS EXTRAÑERS
Autor: Vicente Ortiz
Publicado por: Pipa y Chancla Ediciones
Muchas gracias por tu tiempo y tus palabras, me has salvado el domingo.
¡Gracias a ti, Vicente, por pasarte a comentar! Hacía ya un tiempo que me apetecía darle una lectura a tu libro.